Tiempo de Historia: de como encontró Paco el Seguro a Amaltea
“Hay en la plaza de Santa Cruz de Madrid, un mercado diario de carne humana, cuya influencia en las costumbres no se ha pesado todavía. Los que pasan, miran, ven un grupo de pasiegas sentadas en el suelo, o en las piedras que forman el borde de un portal, las unas con un niño de pecho, las otras sin él, y sin fijar más ni su atención, ni su pensamiento, prosiguen su camino. ¿Qué hacen aquí estas pobres y robustas montañesas, las unas comiendo un mendrugo de pan y las otras indicando en su semblante que no les desagradaría comerle? ¿Qué hacen? Esperar pacientemente a que una madre pobre y desventurada, o que alguno en nombre de una madre rica y regalona se acerquen a contratarlas para que, por tanto más cuanto, den a su hijo el alimento que llevan en sus pechos. [...Estas normandas españolas, estas bretonas de las montañas de Santander, tan pronto se hacen madres en su país, abandonan las verdes praderas, los risueños valles, los quebrados cerros y humildes cabañas de su suelo natal, y dejando a sus hijos encomendados a una nodriza, aspirando a serlo ellas mismas en más aristocrática escala, emprenden con varonil resolución el camino de la Corte, bien solas y en clase de agregadas a la embajada de una galera o un carromato, o bien reunidas varias de ellas y en caravana. Lo primero que procuran es proveerse de un perrito recién nacido, que durante la expedición y hasta hallar, como ellas dicen, “acomodo” haga las veces de párvulo, y aplicándolo al pecho le conserve y mantenga el jugo nutricio, objeto de su especulación. ¡Quién sabe si llegando a la Corte ascenderá a hermano de leche de un título de Castilla!”.
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